Día 16 - Posesión y Gobierno Divino
Tesoros Devocionales - Secretos Espirituales Hudson Taylor
Día 16
Posesión y Gobierno Divino
¿Qué te pasó, mar, que huiste, y a ti, Jordán, que te volviste atrás? ¿Y a ustedes montañas, que
saltaron como carneros? ¿Y a ustedes cerros, que saltaron como ovejas? ¡Tiembla, oh tierra, ante el
Señor, tiembla ante el Dios de Jacob!
SALMO 114:5-7
En la historia de la salida del pueblo de Israel de Egipto y su posterior entrada a la tierra prometida, el papel del desierto es significativo, pero no se le menciona en este salmo; el desierto desaparece junto con la generación infiel que fue sepultada en él. ¡Cuál es la razón para ello? Porque en la vida de fe no existe el desierto. El mar –el límite del lado de acá- ve a nuestro Maestro y huye; el Jordán –el límite del lado de allá- ante su presencia vuelve atrás. El desierto es para los incrédulos que no entrarán en el descanso.
Nosotros hemos entrado a una tierra hermosa. Las montañas y las colinas más pequeñas no constituyen barreras insalvables. Ante la presencia del Maestro el desierto deja de ser desierto. Pero a veces Él considera conveniente remover aún las pequeñas bendiciones terrenales que son su propio regalo. Él ha prometido –prometido no amenazo-: “Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra. Sino también el cielo.” La expresión “aún una vez” indica la remoción de lo que puede ser removido -esto es, las cosas creadas- así que lo que no puede ser removido permanecerá. (Hebreos 12:26-27).
Ante la presencia del Maestro el desierto deja de ser desierto.
Tal vez a veces no nos damos cuenta de cuanta razón tenemos para la gratitud cuando el amoroso Padre remueve algún sostén o apoyo que puede ser removido, en el cual confiábamos demasiado, en vez de confiar solamente en la Roca de los siglos; un apoyo que estaba eclipsando –en alguna medida- nuestra visión del Reino de Dios. Tal vez Él se dio cuenta que nos complacíamos confiando en nuestros remos, o quizá en un embarcadero que nos aseguraba contra la corriente pero era incompatible con nuestro avance aguas arriba, y con el batallar con corrientes peligrosas, lo cual es un entrenamiento necesario para futuras victorias.
Vendrá un día futuro en el cual no solamente el mar huirá y el Jordán volverá atrás, sino que el mismo cielo y la misma tierra huirá ante la presencia del Señor, del Dios de Jacob. Es con este Dios Todopoderoso que tenemos que tratar, no con montañas y colinas, con mares y ríos. Tal vez no estemos contentos con ninguna de nuestras circunstancias, o ninguno de los ambientes que nos rodean, pero recordemos lo que el Señor nos ha prometido: “nunca te dejaré; jamás te abandonaré” (Hebreos 13:5).
Señor, solo Tú eres mi ayudador. No temeré. ¿Qué me puede hacer el hombre? Remueve de
mi vida los puntos de apoyo diferentes a ti, y fortaléceme para tu servicio. Amén.