Día 15 - Posesión y Gobierno Divino

Tesoros Devocionales - Secretos Espirituales Hudson Taylor

 

Día 15

Posesión y Gobierno Divino

 

Cuando Israel, el pueblo de Jacob, salió de Egipto, de un pueblo extraño, Judá se convirtió en el

santuario de Dios; Israel llegó a ser su dominio. Al ver esto, el mar huyó; el Jordán se volvió atrás.

Las montañas saltaron como carneros, los cerros saltaron como ovejas.

 

SALMO 114:1-4

 

Judá fracasó tristemente en retener la presencia de Dios en su medio, e Israel demostró tanto infidelidad como rebelión durante toda la prueba. Pero nada de eso inválido el hecho de que Israel tenía un rey, y que ese rey era el Todopoderoso. Es extraño que el hombre solo pueda resistirse a su creador. Pero bendita la verdad de que la presencia divina no depende de nuestra percepción de ella, y que el poder de Dios no está necesariamente limitado por nuestra falta de fe. “El mar huyó y el Jordán se volvió atrás.”

 

Bienaventurado, sí, y dichoso quien rinde todo su ser a su Salvador y su Dios.

 

Pero si este fue el caso y si Dios obró en forma tan extraordinaria a pesar del pecado y del fracaso del pueblo, ¿Cuál hubiera sido la bendición si hubieran ejercitado constantemente su fe? Bienaventurado, si, y dichoso quien rinde todo su ser a su Salvador y su Dios, y permite que more en él y lo gobierne.

 

Aparte de su presencia en nosotros y de su gobierno, cuan impotentes somos y cuan desesperanzados llegamos a estar. Pero como cambia todo esto cuando “ya no soy yo, sino Cristo el que vive en mí” (Gálatas 2:20). Entonces ya no clamo por ser liberado del cuerpo de esta muerte, sino que la vida que vivo –aunque todavía en la carne- la vivo en la fe (en fidelidad) del Hijo de Dios, quien nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros.

 

Ciertamente descubriremos que esta nueva vida no está exenta de conflictos. El mundo todavía sigue siendo mundo; la carne conserva sus debilidades; y el demonio continúa su guerra contra nosotros. Escapamos de Egipto, pero Egipto nos persigue. Pero aunque el mar Rojo sea una barrera insuperable para la mente carnal, si Cristo habita en nosotros el mar ve y huye, entonces comenzamos a descubrir que no existe ninguna barrera en la presencia de nuestro Rey y Maestro. Las imponentes olas del mar, la creciente del Jordán inundando los flancos, llevan la presencia de quien, cuando estuvo en la tierra calmó los temores de los pescadores del mar de Galilea ordenando a las olas embravecidas, “¡Guardad paz!” las montañas de dificultades saltan del camino como carneros, y las montañas más pequeñas, pero más numerosas, llegan a ser tan inofensivas como ovejas.

 

Padre Celestial, el mundo, el demonio y la carne nunca abandonan la batalla. Solo tu

presencia en mi vida vence el poder de las tinieblas. Que tu presencia se manifieste en mi

vida hoy. Amén.