Día 29 - La Santidad y la Disciplina
Día 29
La Santidad y la Disciplina
En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios
lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Busquen… la santidad, sin la
cual nadie verá al Señor.
Hebreos 12: 10 y 14
Tal vez otra pate de la Palabra de Dios arroja tanta luz sobre el sufrimiento como la carta a los Hebreos. Y lo hace enseñando que el sufrimiento de Cristo perfecciono su humanidad. El sufrimiento lo capacito para su ministerio como el compasivo sumo sacerdote. Demostró que Él, que cumplió la voluntad de Dios mediante sufrida obediencia, era digno de ejecutar esa voluntad divina en gloria.
Lo que Cristo fue y lo que ganó, fue todo para nosotros. El poder perfeccionador que el sufrimiento demostró tener en la vida de Cristo, el poder que Él mismo le confirió santificándose a sí mismo mediante el sufrimiento, es el poder de la nueva vida que proviene de Él hacia nosotros. A la luz de su ejemplo podemos ver que el sufrimiento es para el hijo de Dios la semejanza del amor del Padre y el canal de su más rica bendición. Para una fe tal, el sufrimiento se ve entonces como una necesidad divina, como “una leve tribulación momentánea que produce…un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4: 17).
De todas las preciosas palabras que las santas Escrituras tienen para el afligido, difícilmente hay otra que nos lleve más directamente y con mayor profundidad a la plenitud de la bendición que el sufrimiento debe producir. Ella es su santidad. Somos hechos partícipes de su propia santidad. En vista de todo lo que hay en nosotros que está en discrepancia con la voluntad de Dios, y que debe ser descubierto y quebrantado antes de que comprendamos lo que es rendir nuestra voluntad al Señor; al compartir el compañerismo en el sufrimiento, lo cual nos lleva a apreciar en plenitud lo que Jesús cargó e hizo por nosotros; en vista, también, de que nos sentimos personalmente satisfechos con el amor de Dios como nuestra porción suficiente, la disciplina y el sufrimiento son elementos indispensables en la obra de Dios para santificarnos. Si el hijo de Dios tuvo necesidad de ellos, sin duda alguna lo mismo se aplica también a nuestras vidas.
La disciplina y el sufrimiento son elementos indispensables en la obra de Dios para
santificarnos.
Cuando quiera que Dios nos visita con la disciplina o el sufrimiento, el primer objetivo que tiene en mente es pedir y obrar en nosotros una unión con su propia y bendita voluntad, para que así estemos unidos también consigo mismo y con su amor. Él llega un punto determinado en donde su voluntad se cruza con nuestros más caros deseos, y pide el sometimiento de nuestra voluntad a la suya. Bendita es el alma que al ser probada aprueba la buena y perfecta voluntad de Dios.
Santísimo Señor, cómo te alabo por el hecho de que no hay una aflicción perdida,
ningún dolor o cuidado, ninguna tentación o prueba, sino que tu amor hace que todas
ellas ayuden en la santificación de mi vida. Que yo vea todas las dificultades
que tengo en mi vida en tu luz. Amén.