Día 26 - La Santidad y la Voluntad de Dios

 

 

 

Día 26

La Santidad y la Voluntad de Dios

 

La voluntad de Dios es que ustedes sean santificados.

 

1 Tesalonicences 4:3

 

 

En la voluntad de Dios su sabiduría y su poder van juntos. Su sabiduría decide y declara lo que debe ser: su poder garantiza que así será. Cuando miramos la voluntad divina solo como una ley que hay cumplir, se constituye en una carga por cuanto no tenemos el poder para cumplirla; ella es demasiado alta para nosotros. Pero cuando la fe mira el poder que obra en la voluntad del Señor y la pone en acción, encuentra el valor para aceptarla y cumplirla porque sabe que Dios mismo está obrando su cumplimiento.

 

Según el pasaje que tenemos al comienzo, Dios de manera inequívoca y determinante ha deseado su santificación: por lo tanto, el fundamento de ella es que es la voluntad de Dios. El Señor desea su santificación y la llevará a cabo en todos los que no se resistan a ella, en quienes se sometan a su poder. Procúrela no solo como la voluntad divina, como una declaración de lo que Él quiere que usted sea, sino también como una revelación de lo que Él mismo obrará en usted.

 

Si nuestra santificación es la voluntad de Dios, si ese es su pensamiento central y su satisfacción, cada parte o aspecto de esa voluntad tendrá estas dos características, y la entrada segura a ella será la aceptación de corazón de toda la voluntad divina. Ser uno con la voluntad de Dios es ser Santo. Que cada quien que desea ser santificado ocupe su lugar y permanezca en la voluntad del Señor. Allí encontrará a Dios mismo y será partícipe de su santidad, porque su voluntad realiza con poder su propósito en cada uno que se somete a ella. En la vida de santidad todo depende de estar en la correcta relación con la voluntad de Dios.

 

Procure su santificación no solo…como una declaración de lo que Él quiere que usted sea,

sino también como una revelación de lo que Él mismo obrará en usted.

 

Permítame insinuarle a usted, que lee estas páginas, que le pregunte al Señor si usted ha aceptado y ha entrado a vivir en la buena y perfecta voluntad de Dios. Y la pregunta no es si cuando la aflicción lo visita a usted acepta lo inevitable y se somete a una voluntad que no puede resistir, sino si a elegido la voluntad divina como su principal bien, y a tomado para sí los principios como su principal bien, y tomado para sí los principios y la norma de vida de Cristo según la cual “El hacer tu voluntad, oh Dios, me ha agradado.” Esta fue la santidad de Cristo con la cual se santificó a sí mismo y nos santificó a nosotros: el cumplimiento de la voluntad de Dios. Usted ha elegido al Señor como su Dios. ¿Ha escogido también su voluntad y la ha hecho suya? Tenga temor de someterse a esa bendita voluntad sin reservas. La voluntad divina es, en cada una de sus partes, su santificación.

 

Bendito Padre, concédeme por tu Espíritu la gloria de tu voluntad y que la bendición de

morar en ti me sea revelada plenamente. Entro a ella con todo mi corazón para ser uno con

ella para siempre. Que la luz de tu voluntad brille siempre en mi corazón y en mi camino.

Amén.