Día 21 - La Santidad y la Felicidad

Tesoros Devocionales - La Santidad Andrew Murray

 

 

Día 21

La Santidad y la Felicidad

 

Porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas, sino de justicia, paz y alegría en el

Espíritu Santo.

 

ROMANOS 14:17

 
Es difícil comprender el profundo significado del gozo que se disfruta en la vida cristiana. Con demasiada frecuencia se le considera como algo secundario, aunque su presencia es esencial como la prueba de que Dios nos satisface ciertamente, y que servirle es nuestra delicia. En nuestra vida hogareña la satisfacción no viene por que cada miembro haga una tarea determinada; el verdadero amor hace que la satisfacción ilumine, brille y llene el hogar con su presencia. No es la mera obediencia a un mandato lo que los padres esperan. Es la buena voluntad y disposición, la gozosa presteza con la cual se hacen las cosas, lo que causa el agrado.

 

El peligro permanente en la vida cristiana es caer nuevamente bajo la ley con el mandato de “harás”. La ley no da ni vida ni fortaleza. Solo en la medida que permanecemos en el gozo de nuestro Señor, en el gozo de su amor y su presencia, logramos el poder para servir y obedecer. El gozo es la evidencia y la condición de la presencia de Jesús morando en nosotros.

 

Si quiere tener gozo, un gozo pleno que habite en usted y que nada ni nadie le pueda quitar,

sea santo, como Dios es santo.

 

La santidad es esencial para la verdadera felicidad. Si quiere tener gozo, un gozo pleno que habite en usted y que nada ni nadie le pueda quitar, sea santo, como Dios es santo. La santidad es bienaventuranza y bendición. Nada puede oscurecer o interrumpir el gozo si no es el pecado. El gozo de Jesús, que es indecible, puede compensar y superar ampliamente cualquier prueba o tentación que nos llegue. Si perdemos nuestro gozo, la causa es el pecado. Debe haber ocurrido una transgresión, o hemos seguido inconscientemente la voz del yo o del mundo; o puede haber incredulidad y estar viviendo por vista; sea lo que sea, nada puede robar nuestro gozo, aparte del pecado. Si hemos de vivir vidas gozosas, que demuestren a Dios y a los hombres que nuestro Señor es todo. O más que todo para nosotros, seamos santos. Vivamos en el reino del gozo y la alegría, el reino del Espíritu Santo.

 

Y la felicidad es esencial para la verdadera santidad. Si ha de ser un cristiano santo, debe ser un cristiano feliz. Jesús fue ungido por Dios con el Espíritu de alegría para que pudiera darnos el aceite del gozo. Las ruedas de la carreta de la santidad se moverán pesadamente a pesar de todos nuestros esfuerzos, si no tienen el aceite del gozo. Solo este divino aceite elimina toda la fricción y el esfuerzo y hace que el avance sea fácil y placentero. La verdadera felicidad se funde en una sola con el objeto de su alegría y gozo.

 

Bendito Señor, revélame el secreto de regocijarme en ti. Que yo viva en Cristo para que su

santidad sea mi gozo siempre creciente, y que pueda regocijarme en ti todo el día. Amén.