Día 17 - La Santidad y la Crucifixión
Tesoros Devocionales - La Santidad Andrew Murray
Día 17
La Santidad y la Crucifixión
Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
JUAN 17:19
En su oración intercesora como sumo sacerdote, camino al Getsemaní, y al Calvario, Jesús le habló al Padre: yo me santifico a mi mismo.” Esta auto santificación de nuestro Señor se pudo ver a través de toda su vida pero tuvo su culminación en la crucifixión. El escritor de la epístola a los Hebreos lo expresa con claridad: “He aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad… en esa voluntad hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre… porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:9-10,14). La ofrenda del cuerpo de Cristo fue la voluntad de Dios; al cumplir esa voluntad Jesús nos hizo santos. Al someter su voluntad a la voluntad de Dios en la agonía del Getsemaní, y luego al cumplir la voluntad divina en obediencia hasta la muerte, Cristo se santificó a sí mismo.
Para llevar a cabo su obra redentora sobre la tierra, en medio de las pruebas y tentaciones de la vida humana, Jesús se mantuvo firme en el cumplimiento de la voluntad del Padre. En el Getsemaní, el conflicto entre la voluntad divina y la humana alcanza en Jesús su punto máximo y se manifiesta en si mismo en un lenguaje que casi nos hace temblar por su impecabilidad, su ausencia de pecado, cuando Él habla de su voluntad en antítesis a la voluntad de Dios el Padre. Pero el conflicto finaliza en victoria, porque en presencia de la mas clara conciencia de lo que significaría hacer su propia voluntad, Él la somete y le dice al Padre: “No se haga mi voluntad sino la tuya.” Para estar dentro de la voluntad de Dios Jesús dio aún su propia vida. En su crucifixión revela la ley de la santificación. Ser santos es ajustar plenamente nuestra voluntad a la voluntad de Dios. O dicho de mejor manera, la santidad es la voluntad divina tomando control de la nuestra. Debemos ser finalmente liberados de nuestra voluntad y que ella muera bajo el justo juicio de Dios. Mediante la cruz, Cristo se santificó así mismo y a nosotros, e hizo realidad su petición al Padre: “Santifícalos en tu verdad.”
Ser santo es ajustar plenamente nuestra voluntad a la voluntad de Dios.
Ahora tenemos que apropiárnosla. De ninguna manera, como no fuera mediante la crucifixión, pudo Cristo realizar o hacer suya la santificación que tenía del Padre. Y de ninguna otra manera podemos realizar la nuestra que tenemos en Jesús. En Cristo, nuestro modelo, vemos que la senda hacia la perfecta santidad es la perfecta obediencia; una obediencia que lleva inevitablemente hacia la muerte en la cruz. Para ser santos debemos morir primero. No puede ser de otra manera. La crucifixión es el camino a la santificación.
Padre, dame la comprensión espiritual para entender que Jesús se santifico a sí mismo, que
mi santificación está organizada por la suya, que si moró en Él su poder cubrirá toda mi
vida. Me entrego a ti para que tú me santifiques en la verdad. Amén.