Día 15 - El Espíritu Santo

 

 

 

Día 15

EL ESPÍRITU SANTO

 

Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él. Hasta ese

momento el Espíritu no había sido dado, por que Jesús no había sido glorificado todavía.

 

JUAN 7:39

 

Se ha dicho que mientras en el Antiguo Testamento se destaca con más prominencia la santidad de Dios, el Nuevo dio paso a la revelación de su amor. Quienes así piensan pasan por alto el hecho de que el Espíritu, que es Dios, toma para sí el epíteto de “Santo” como parte de su propio nombre, enseñándonos que ahora la santidad de Dios es más cercana que nunca, y que el Espíritu Santo se revela de una manera especial como el poder que nos hace santos. A través de su Espíritu Santo, Dios, el Santo de Israel viene para cumplir la promesa de que nos hará santos (Levítico 21:8). La invisible e inalcanzable santidad de Dios ha sido revelada en la vida de Jesucristo; todo estorbo que impedía que participáramos de ella ha sido removido por su muerte. En el Espíritu Santo, el Santo Dios viene para impartirnos su santidad y hacerla nuestra.

 

A través de su Espíritu Santo, Dios, el Santo de Israel, viene para cumplir la promesa

de que nos hará santos.

 

Hay algunas personas que oran pidiendo la llenura del Espíritu porque anhelan tener su luz, su gozo y su fortaleza, pero no reciben respuesta. Y es porque no lo desean como el Espíritu santo. Jamás han pensado acerca de su consumidora pureza, de su luz escudriñadora que produce convicción de pecado; de cómo el Espíritu hace morir las obras de la carne y desplaza al yo con su voluntad y su poder; de que su obra nos lleva a la comunión con Jesús quien rindió su vida y su voluntad al Padre. A ninguno de estos aspectos les dan consideración. Por lo tanto, el Espíritu no puede venir con poder sobre quienes así oran porque no lo reciben como el Santo Espíritu, “mediante la santificación por el Espíritu” (2 Tesalonicenses 2:13 RVR). en tiempos de avivamiento, como ocurrió entre los Corintios, Él ciertamente manifestará sus dones y sus obras poderosas, pero habrá poca manifestación de su santidad. Pero a menos que ese poder santificador sea reconocido y aceptado, sus dones se perderán. Ellos tienen el propósito de preparar el camino a su poder santificador en nosotros. Tenemos que aprender la lección de que solo podemos tener tanto de su Espíritu como estemos dispuestos a recibir de su santidad. Tener la plenitud del Espíritu significa tener la plenitud de su santidad.

 

Lo contrario es igualmente cierto. Podemos tener tanto como tengamos de su Espíritu. Algunos creyentes procuran ser santos pero por sus propios esfuerzos. Finalmente deben darse cuenta que todo lo recibimos a través del Espíritu.

 

Padre bueno, vengo ahora a beber del rio de agua de vida que fluye de tu trono y del Cordero. Que

yo sea fortalecido con poder por tu Espíritu en mí ser interior. Me someto a tu Espíritu, Señor.

Lléname con tu presencia. Amén.