Día 6 - La Santidad y la Gloria
Día 6
La Santidad y la Gloria
¿Quién, Señor se te compara entre los dioses? ¿Quién se te compara en grandeza y santidad? Tú,
hacedor de maravillas, nos impresionas con tus portentos. Extendiste tu brazo derecho, ¡y los tragó
la tierra! Por tu gran amor guías al pueblo que has rescatado; por tus fuerzas lo llevas a tu santa
morada.
EXODO 15:11-13
En estas palabras tenemos otro paso en la progresiva revelación de la santidad. Es la primera vez que se habla de la santidad de Dios mismo. Él es glorioso en su santidad, y al lugar donde habita su santidad es que guía a su pueblo.
Soy por naturaleza el egipcio condenado a la destrucción; pero por gracia soy el israelita
escogido para la redención.
Las playas del mar rojo es el lugar donde Israel alaba a Dios a través de esta declaración. Él es el Dios incomparable, no hay otro Dios como Él. Con Moisés frente a la zarza en Horeb vimos la gloria de Dios en el doble aspecto de su salvación y destrucción: consumiendo lo que no podía ser purificado, y purificando lo que no fue consumido. Lo vemos en el cántico de Moisés en el cual Israel canta del juicio y de la misericordia. La columna de fuego y la nube estaban entre el campo de los egipcios y el campo de Israel: era nube y tiniebla para los egipcios, pero proveyó luz en la noche a Israel. La gloria de la santidad se pudo ver en la destrucción del enemigo.
Y la gloria de la santidad se ve en la misericordia y la redención; santidad que no sólo libera, sino que guía a la habitación de la santidad donde el Dios Santo habita con y en su pueblo. En la inspiración de la hora de triunfo se revela que el gran objetivo de la redención, tal como el santo la forjó, es ser medio para Dios habitar en sus redimidos.
”Majestuoso en tu santidad, asombroso en tu gloria.” La canción en sí misma armoniza los elementos aparentemente contradictorios. Sí; yo cantaré de su juicio y de su misericordia. Me regocijaré con temor mientras alabo al santísimo. Al mirar los dos aspectos de su santidad, tal como se revelaron a los egipcios y a los Israelitas, recuerdo que lo que allí estuvo separado, se ha unido en mí. Soy por naturaleza el egipcio condenado a la destrucción; pero por gracia soy el israelita escogido para la redención. Hay algo en mí que el fuego debe consumir y destruir; solo en la medida en que el juicio hace su obra, puede la misericordia salvar plenamente. Solamente cuando tiemblo frente a la luz escudriñadora y al fuego consumidor del santísimo, cuando rindo la naturaleza del egipcio para que sea juzgada y llevada a la muerte, solo entonces puede el israelita que soy, ser redimido para conocer al Dios de salvación y para regocijarme en Él.
Oh, mi Dios, que tu Espíritu, de quien proceden estas palabras de gozo y triunfo santos,
revele en mi interior la gran redención como una experiencia personal. Que toda mi vida sea
una canción de temerosa y maravillosa adoración. Amén.