Día 23 - Expectativa en la Oración

Tesoros Devocionales - La Fe George Müller

 

Día 23

Expectativa en la Oración

 

“Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que

tienen vida eterna. Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme

a su voluntad. Él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar

seguros de que ya tenemos lo que hemos pedido.”

 

1 JUAN 5:13-15

 

Aquí está  el primer punto que debemos notar en cuanto a la oración. Si queremos que se nos concedan nuestras peticiones, tenemos que ver primero que ellas estén de acuerdo con los pensamientos y la voluntad de Dios, porque nuestra bendición  y nuestra felicidad están íntimamente  relacionados con la santidad de Dios.

 

Así como por la fe podremos estar delante del Señor en el día final, así podemos acercarnos

a Él ahora en oración.

 

Suponga que una persona ociosa y perezosa escucha las promesas en cuanto a la oración. ¿Qué ocurriría  si esa persona dice: “Voy a poner a prueba las promesas de Dios, le voy a pedir que me dé un millón de dólares, y luego me siento a disfrutarlos?” ¿Logrará algo si ora de esta manera todos los días? ¡De seguro que no! ¿Y por qué no? En primer lugar porque Dios no puede honrar el pecado de la pereza. Y segundo porque está pidiendo dinero, no para utilizar en la obra de Dios, sino para gastar en sus propios placeres. Su petición no está en concordancia  con el pensamiento y la voluntad del Señor y, por lo tanto, no importa su persistencia o su sinceridad en la oración, no tendrá respuesta. Solamente podemos esperar que nuestras oraciones sean respondidas cuando están de acuerdo con la mente de Dios.

El segundo factor que debemos notar es que no pedimos sobre la base de nuestra bondad o nuestros méritos personales, sino en el nombre de nuestro Señor Jesucristo (Juan 14:13-14).así como por la fe podremos estar delante del Señor en el día final, así podemos llegar a Él ahora en oración. Si queremos que nuestras oraciones sean respondidas, debemos acercarnos a Dios como pecadores que confían en su Hijo Jesús, quienes por la fe están unidos al Señor resucitado, y mediante la confianza en Él han llegado a ser miembros de ese cuerpo del cual Él es la cabeza.

Que nadie suponga que es bueno en sí mismo. No merecemos otra cosa que el infierno. Durante cincuenta y cuatro años he caminado, por la gracia de Dios, en el temor del Señor, y por su gracia he vivido de tal manera que nadie puede señalarme con su dedo y acusarme de ser hipócrita. Sin embargo, si tuviera lo que merezco, no podría esperar otra cosa que el infierno. Y justamente ese es su caso y el de las personas más santas que podamos encontrar.

 

Padre. Vengo delante de tu presencia en el nombre de tu Hijo solamente. No hay nada dentro

de mí, nada que yo haya hecho que merezca mérito, sino sólo condenación. Con Jesús como

mi Salvador vengo delante de tu trono con mis peticiones. Amén.