34. Un Mensaje a los Padres

 

 

 

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UN MENSAJE A LOS PADRES

 


Los deberes, responsabilidades y privilegios de los padres de familia son grandes y muchos. La naturaleza de los padres es de amar fervientemente a sus hijos y no retienen nada de lo bueno que está dentro de su poder para conferirles, porque están tan afectuosamente unidos. Cuando un niño todavía es chico los padres atienden a sus necesidades con diligencia, dándole el mejor cuidado, protegiéndole del peligro y de perjuicio, y tratan de hacerle tan cómodo como se puede. Se regocijan en el crecimiento continuo y la felicidad del niño. Cuando un hijo está enfermo, la madre no deja de hacer todo lo posible, día y noche de curarlo hasta que sane.

Los padres ocupan mucho tiempo y esfuerzo con el niño para el bien y el desarrollo mental del niño, enseñándole a decir las sílabas hasta que puede hablar correctamente. Se regocijan al ver que el niño llega a ser eficiente y adquiere ejecuciones de valor en la vida. Todo esto y mucho más es un privilegio, una responsabilidad y el deber de los padres para con sus hijos porque son sus hijos.

Una de las responsabilidades más grandes  que los padres tienen para con sus hijos es de dotarles con una herencia cristiana. Si los padres son cristianos y viven y andan en el camino de la Biblia (o de Jesús), vivirán una vida ejemplar ante sus hijos, la vida que desean que sirva de modelo. Pero muchas veces sucede que no se da suficiente énfasis sobre el dirigirles a tales motivos nobles y mejores. Siendo que "... El intento del corazón del hombre es malo desde su juventud..." (Génesis 8:21), es necesario que el disciplinar y enseñar se haga temprano en la vida para modelar e inclinar la nueva vida hacia la vida cristiana. Se ha dicho que el niño aprende más por medio de observar que por medio de la enseñanza. Luego en vista de eso, ¿no nos parece que sería de más importancia que el ambiente sea cristiano? Los hijos de Israel tenían que echar fuera a los paganos de Canaán para que "...no aprendáis el camino de las naciones..." (Jeremías 10:2), ni "...andéis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros..." (Levítico 20:23). A Israel se le dijo, "y las repetirás (los preceptos) a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes" (Deuteronomio 6:7). "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" (Proverbios 22:6). "Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor" (Efesios 6:4). En luz de estas y otras escrituras el Señor pone mucho énfasis sobre los deberes de ambos los padres y las madres. La felicidad y el destino futuro de los hijos dependen de las enseñanzas e instrucciones. El Señor incorporó en los diez mandamientos el resultado eminente del descuido; "...Porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos" (Éxodo 20:5-6). ¡Qué sagradas y solemnes son estas palabras del Señor! El pecado reacciona y es vengativo. Los pecados de los padres que viven descuidadamente e impíamente en algunas maneras tienen un mal efecto en sus hijos, en sus nietos, como también en sus biznietos. Pero al contrario, hay bendiciones que siguen por generaciones de padres a hijos, de los cuales leemos ejemplos en las vidas de Abraham, David y otros. El pecado tiene una consecuencia natural como también una pena de castigo. Lo natural deja su resultado de tristeza aquí en el mundo y la pena de castigo será tristeza y sufrimiento en el infierno para siempre. La pena y el castigo son quitados cuando el Señor perdona el pecado. Muchos niños sufren físicamente, mentalmente y materialmente por causa del pecado de un padre o abuelo impío. El pecado deja una señal, o un resultado tan profundo que hay casos que duran hasta la tercera y cuarta generación hasta que se borran, y por lo tanto los inocentes sufren. Donde hay pecado, el pecado causa naufragio, arruina y oprime y deja el resultado de tristeza en su huella. La influencia que tienen los padres para lo bueno o lo malo es mucho más de lo que ellos reconocen a veces.

Los padres que no son cristianos, que no asisten a la escuela dominical ni a los servicios de la iglesia, que no leen la Biblia ni oran en sus hogares no están haciendo su deber ante Dios y sus hijos. Es una vergüenza y un crimen espiritual que hay tantos padres que no van a la escuela dominical ni a los servicios de la iglesia. Los padres deben ser fieles, firmes y fructíferos en experiencias espirituales, en la adoración familiar del hogar, en ir a la iglesia y en llevar a sus hijos a los servicios. Si los padres mismos van y llevan a sus hijos, los niños pronto ven que es su deber, luego crece a ser una responsabilidad, después les viene siendo un privilegio  lo que les conduce al placer de ir. Al haber llegado a este estado el buen principio ha sido instituido entonces los mismos hijos después criarán a sus propios hijos en la misma manera.

Las estadísticas de los tribunales muestran que hay un porcentaje muy bajo de hombres y mujeres que son presentados para ser juzgados que asistían con puntualidad a la escuela dominical o a los servicios de la iglesia. Cierto juez famoso ha dicho, "nunca he conocido un joven que ha asistido a la escuela dominical entrar a ser juzgado por algún crimen en este tribunal. Los jóvenes de la escuela dominical no vienen aquí".

No se puede negar que el niño a veces manifiesta una naturaleza rebelde y de su propia voluntad. Cuando la enseñanza y las plegarias de amor con mansedumbre no le convencen, hay veces que se necesita emplear medios más estrictos de disciplina. Bajo la ley se dijo, "Todo hombre que maldijere a su padre o a su madre de cierto morirá". Aquí vemos que el Señor consideró necesaria la disciplina y se lo encomendó a los padres. Es para el bienestar y la salvación del niño, para el beneficio del hogar, como también de crecer a ser buenos ciudadanos entre la sociedad. Leemos en los Proverbios, "El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige" (Proverbios 13:24). ¿Acaso no es por causa del amor carnal que les impide a los padres tomar un buen curso en la disciplina? "La necedad está ligada en el corazón del muchacho; más la vara de la corrección la alejará de él" (Proverbios 22:15). Esto es para principiar bien su curso en la presencia de Dios. "No rehúses corregir al muchacho; Porque si lo castigas con vara no morirá. Lo castigarás con vara, y libraras su alma del Seol (el infierno)" (Proverbios 23:13-14). Estas palabras se sacan de las  Sagradas Escrituras.  ¿Las crees? Jesús dijo, "Tu palabra es verdad" (Juan 17:17).

Si la disciplina mencionada antes se aplica en una manera carnal o dominante, el verdadero valor de ella se ha perdido, pero cuando está motivada por el amor los resultados son como se dice, "... Librarás su alma del Seol". ¡Oh! ¡Que los padres usaran el método de la Biblia en criar a sus hijos y así llegar a ser colaboradores con Dios!.