Día 24 - La Santidad y la Limpieza
Día 24
La Santidad y la Limpieza
Como tenemos estas promesas, queridas hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el
cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación.
2 CORINTIOS 7:1
Que la santidad es más que la mera limpieza, y que esta última precede a la primera, lo enseñan varios pasajes del Nuevo Testamento (Efesios 5:26; 2 Timoteo 2:21). La limpieza es el lado negativo, la separación, la remoción de la impureza; el positivo es la santificación, la unión y compañerismo con Dios y la participación de las gracias de la vida y la santidad divina (2 Corintios 6:17-18).
El apóstol Pablo de una doble corrupción de cuerpo y del espíritu de la cual debemos limpiar. La relación entre los dos están estrecha que en cada pecado ambos participan. La forma más carnal de pecado entra en el espíritu y lo corrompe. Así mismo la contaminación de espíritu, con el paso del tiempo muestra su poder en la carne. No obstante hablaremos de las dos clases de pecado y de sus orígenes.
“Purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo.” Los pecados de la carne son numerosos: desde los placeres del comer y beber, hasta los apetitos pecaminosos y vergonzosos, la ira y la contienda. El cristiano tiene que ser determinante en su decisión de limpiarse de todos ellos. Debe someterse al escrutinio del Espíritu de Dios, a que se le muestre qué hay en su carne que no está en armonía con el auto control que es la ley del Espíritu. El Espíritu Santo habita por la fe en el cuerpo; Pablo nos exhorta a limpiarnos de toda contaminación.
Así como la fuente de toda contaminación de la carne es la auto-gratificación, la satisfacción
del yo es la raíz de toda contaminación del espíritu.
“….y el espíritu.” Así como la fuente de toda contaminación de la carne es la auto-gratificación, así la satisfacción del yo es la raíz de toda contaminación del espíritu. En relación con Dios se manifiesta como idolatría, ya sea como adoración de otros dioses en nuestro corazón, como amor al mundo, o haciendo nuestra propia voluntad. En relación con los demás se revela como envidia, rencor, falta de amor, o en juzgar a otros con dureza. En relación con nosotros mismos es visto como orgullo y ambición, hacer del yo el centro alrededor del cual debe girar todo, y por el cual todo debe ser juzgado. El creyente debe pedir que la luz del Espíritu Santo lo escudriñe y le revele tal contaminación, para que toda inmundicia sea limpiada y desechada para siempre.
Bendito Señor, revélame con tu gracia todo lo que está contaminando en mi vida, aún lo más
secreto. Límpiame completamente – cuerpo y espíritu- con tu sangre aplicada por el Espíritu
Santo, bajo el poder vivificador de tu palabra. Amén.