Día 5 - Libertad del Pecado

Tesoros Devocionales - El Poder Espiritual Charles Finney

 

 

Día 5

Libertad del Pecado

 

“Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, por que ya no están bajo la ley

sino bajo la gracia.”

 

ROMANOS 6:14

 

Durante todo mi ministerio he encontrado muchos cristianos que están en la infeliz condición de servidumbre descrita en Romanos 7. Son esclavos del mundo, de la carne o del demonio. Viven una vida de pecado en la que hoy toman la decisión de reformarse y mañana caen otra vez. Lo que es particularmente más triste es que muchos ministros instruyen erróneamente a los creyentes sobre el tema de cómo vencer el pecado. Su consejo es más o menos como este: “nombre sus pecados, tome la decisión de abstenerse a ellos, esfuércese y luche contra ellos hasta que los venza. Afirme su voluntad contra una recaída en el pecado, ore, luche y persista hasta que conforme el hábito de la obediencia y rompa todos sus hábitos pecaminosos.” Aunque generalmente añaden que el creyente no debe depender de sus propias fuerzas, sino pedir la ayuda de Dios en oración, el hecho real es que enseñan una santificación por obras y no por fe.

 

Pretender erradicar el egoísmo del corazón mediante una resolución

personal, es un absurdo.

 

Todo este consejo es más que inútil, y produce frecuentemente desilusión en el cristiano. Esta fórmula ha perdido de vista dos cosas: qué es lo que realmente constituye el pecado, y la única manera práctica de evitarlo. Según la misma el exacto externo o sea el hábito debe ser superado y evitado, mientras que lo que realmente constituye el pecado queda intacto. El pecado no es un sentimiento o deseo involuntario. Es un acto o estado voluntario de la mente. El pecado es esa preferencia o estado fundamental de compromiso y auto-complacencia del cual proceden la acción volitiva, las acciones externas, los propósitos, las intensiones y todas las cosas que comúnmente llamamos pecado. Podemos suprimir esta o aquella expresión o manifestación de egoísmo decidiendo no hacer esto o aquello, y orando y luchando contra ella. Podemos decidir obedecer externamente y someternos a la letra a través de una obediencia a los mandamientos de Dios. Pero pretender erradicar el egoísmo del corazón mediante una resolución personal, es un absurdo. Podríamos enclaustrarnos en una celda y crucificar todos nuestros deseos tan lejos como para no condescender con ellos, sin embargo así solo habremos evitado ciertas formas de pecado, pero la raíz, la esencia misma del pecado no ha sido tocada. Todo este batallar con el pecado y con los deseos pecaminosos en la vida exterior, por la fuerza de la resolución, termina por convertirnos en sepulcros blanqueados, autoengañándonos porque de esta manera no podemos amar a Dios con todo nuestro corazón.    

 

Padre, yo conozco muy bien lo relacionado con la servidumbre al pecado descrita en

Romanos 7. Cuántas veces he fracasado por confiar en la fuerza de mi propia voluntad.

Vengo a ti para que mediante tu poder yo pueda ser libre para amarte con todo mi corazón y

toda mi alma. Amén.