Día 24 - Confesión y Obediencia

 

 

Día 24

Confesión y Obediencia

 

Arrepiéntase y bautícese cada uno de usted es en el nombre de Jesucristo para perdón de sus

pecados –les contestó Pedro-, y recibieron el don del Espíritu Santo.

 

HECHOS 2:38


 

Fue inmediatamente después del bautismo de Jesús que el Espíritu Santo descendió sobre Él (Lucas 3:21-22). Aunque era sin pecado, en su bautismo Jesús se humilló a sí mismo para tomar el lugar del pecador, y luego Dios lo exalto a lo sumo dándole el Espíritu Santo y dando testimonio de Él en forma audible: “Tú eres mi Hijo Amado; estoy muy complacido contigo” (Lucas 3:22). Así que también nosotros debemos humillarnos y hacer una confesión franca ante el mundo de nuestra renunciación al pecado y de nuestra aceptación a Jesucristo, mediante el bautismo. Este es el tercer paso hacia el bautismo con el Espíritu Santo. Desde luego que el bautismo con el Espíritu puede preceder su ocurrir antes del bautismo con agua, como fue el caso de las personas que estaban en la casa del centurión Cornelio (Hechos 10: 44-47). Pero evidentemente este fue un caso excepcional y, de todos modos, el bautismo en agua tuvo lugar inmediatamente después. No dudo que ha habido creyentes que no creían ni practicaban el bautismo en agua – por ejemplo los cuáqueros- y que han recibido la plenitud del Espíritu, pero el pasaje escritural que tenemos ante nosotros, nos presenta, ciertamente, el orden normal.

  

El corazón de la obediencia es la Voluntad. La suma, la esencia de la obediencia es rendir y

someter totalmente la voluntad a Dios.

 

El cuarto paso también está claramente implícito en Hechos 2:38, pero se expresa con mayor claridad en Hechos 5:32: “nosotros somos testigos de estos acontecimientos, y también lo es Espíritu Santo que Dios ha dado quienes o obedecen.” el cuarto paso es obediencia.  

 

¿Qué significa obediencia? No es hacer solamente una o dos cosas, o la mayoría de las cosas; sino todas las cosas que Dios manda. El corazón de la obediencia es la voluntad. La suma y la esencia de la obediencia es rendir y someter totalmente la voluntad a Dios.   Eso quiere decir que voy a Dios y le digo: Padre Celestial, aquí estoy, yo y todo lo que tengo. Tú me has comprado por precio y reconozco tu absoluto derecho de propiedad sobre mí. Tómame con todo lo que tengo y haz conmigo lo que sea tú voluntad. Envíame donde quieras; utilízame según tu deseo. Me rindo a ti con todo lo que poseo, absoluta e incondicionalmente   a tu control y uso, para siempre.

 

Padre que estas en los cielos, yo digo sí a lo expresado en las líneas anteriores. Estoy

dispuesto a confesar mi fidelidad a Jesucristo en lo que sea y tu deseo para mí gustoso rindo

mi voluntad a Ti. Fui comprado por el sacrificio de Jesús y me deleito en obedecerte como mi

Padre. Amén.