Día 12 - La Bendición del Espíritu

 Tesoros Devocionales - Secretos Espirituales Hudson Taylor

 

 

Día 12

La Bendición del Espíritu

 

“El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti

misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.”

 

NÚMEROS 6:24-26 RVR

 


La gracia del Espíritu es esencial para completar la bendición. Nos conmueve, sin embargo, la similitud de esta bendición con la bendición precedente, la del Hijo. Pero no es de sorprenderse porque así como el Hijo vino a revelar al Padre, así el Espíritu Santo ha venido para revelar al Hijo. Cristo es un verdadero consolador, y el Espíritu Santo es el otro consolador enviado por el Padre en nombre de Cristo para que more con la iglesia para siempre. Cristo es el salvador que habita en y con nosotros; y el Espíritu Santo es el consolador que también mora en nosotros. El Espíritu Santo de seguro exaltará el semblante de aquel sobre quien Cristo hace brillar su rostro.

“Y ponga en ti paz.” ¿Estamos disfrutando en la práctica esta bendición? ¿Descubrimos en realidad que cuando Jesús da quietud, nada puede intranquilizarnos? Si no es así, ¿Cuál es la causa?

 

¿Descubrimos en realidad que cuando Jesús da quietud, nada puede intranquilizarnos? Si no

es así, ¿Cuál es la causa?

 

Jamás olvidaremos la bendición que recibimos a través de las palabras “pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás” (Juan 4:14). Cuando nos dimos cuenta que Cristo literalmente quiso decir lo que dijo, que “no volverá a tener sed” significaba eso, y que con “jamás” quiso decir jamás, nuestro corazón rebosó de alegría al aceptar su regalo. ¡Qué tremenda la sed que teníamos, pero con qué alegría nos levantamos de nuestro asiento alabando al Señor porque los días de estar sedientos quedaban de una vez y para siempre en el pasado! Por que como el Señor continúa diciendo, “el agua que yo le daré será en él una fuente que salte para vida eterna” (Juan 4:14). No obstante, debemos prestar atención a las palabras de Cristo “el que bebe” no una vez nada más, sino el que hace del “beber” un hábito. Después de prometer que “de aquel que cree en mí, como dice la escritura, brotarán ríos de agua viva”, el paisaje bíblico agrega: “con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en Él” (Juan 7:38-39). Esta bendición de la fuente de agua de vida está destinada para todos los que creen. “Y ponga en ti paz”. Que cada creyente acepte este regalo ahora.

 

Espíritu Santo. Tú eres la fuente del agua de vida de la cual estoy sediento. Solo Tú puedes

hacer que Jesús sea real para mí. Lléname con tu paz y tu poder. Amén.