Capítulo 12 - Guía y Dirección a los Pecadores

El Avivamiento - Charles G. Finney

 

 

EL AVIVAMIENTO

 

Por

Charles G. Finney

 

Capítulo 12

 

GUIA Y DIRECCION A LOS PECADORES

 

"¿Qué debo hacer para ser salvo?" (Hechos 16:30.)

 

1.  La respuesta a esta pregunta no puede consistir en ninguna dirección que no incluya un cambio de corazón, un corazón recto, una obediencia sincera a Cristo. En otras palabras, no hay nada apropiado a menos que sea, en realidad, hacerse cristiano. Cualquier otra dirección que no sea ésta carece de valor. No le llevará más cerca del reino, ni le hará ningún bien, sino que le hará demorar precisamente aquello que debe hacer para ser salvo. EL pecador necesita oír claramente, al punto, Io que ha de hacer si no quiere perderse; y no hay que decirle nada que no incluya un cambio del estado de su corazón. Sea lo que sea, pecador, lo que no incluye un corazón recto es pecado. Leas la Biblia o no, estás en pecado en tanto que estés en rebelión. Vayas a los servicios religiosos o no; ores o no, no sirve de nada, todo es rebelión. Es sorprendente que un pecador piense que está haciendo un servicio a Dios cuando ora y lee la Biblia.

¿Debería un rebelde contra el Gobierno leer el libro de estatutos o el Código, en tanto que está en rebelión y no tiene intención de obedecer?; ¿debería pedir perdón, en tanto que tiene las armas en la mano, resistiéndose?; ¿consideraríamos que está haciendo un servicio a su país, y que el país está bajo la obligación de mostrarle favor? No; diríamos que su lectura y oración son sólo un insulto a la majestad del legislador y de la ley. De modo que, pecador, en tanto que permanezcas impenitente, estás insultando a Dios, y le desearías tanto si lees su Palabra y oras como si no. No importa el lugar, o la posición de tu cuerpo: estés de rodillas o en la casa de Dios; en tanto que tu corazón no es recto, en tanto que resistas al Espíritu Santo y rechaces a Cristo, eres un rebelde contra tu Hacedor.

 

2.  En general es apropiado, seguro y provechoso el decir al pecador que se arrepienta. Y digo, generalmente. Porque, a veces, el Espíritu de Dios parece que no está dirigiendo la atención del pecador precisamente a sus propios pecados sino a otra cosa. En los días de los apóstoles, la mente de la gente parecía estar agitada principalmente por la cuestión de si Jesús era realmente el verdadero Mesías. Los apóstoles, por tanto, dirigían gran parte de su instrucción a este punto, el probar que era el Cristo. Cuando había pecadores angustiados que preguntaban lo que tenían que hacer, la exhortación más común era: "Creed en el Señor Jesucristo." Insistían sobre este punto, porque aquí era que el Espíritu de Dios estaba trabajando, y éste era el tema que agitaba la mente de la gente de un modo especial, y era probablemente la primera cosa que una persona haría al someterse a Cristo. Era el gran punto en disputa entre Dios y los judíos y gentiles de aquellos días, si Jesucristo era el Hijo de Dios. EL hacer que el pecador cediera en esta cuestión disputada, era el modo más efectivo de humillarlo.

 

3.  En otros tiempos, se verá que el Espíritu de Dios está obrando con los pecadores, principalmente con referencia a sus pecados. A veces El trata con ellos con respecto a un deber particular, como la oración, quizá la oración familiar. EL pecador se verá que está disputando este punto con Dios, si tiene derecho a orar, o si debe orar en su familia. He conocido casos sorprendentes de esta clase, en que el individuo estaba luchando sobre este punto, y tan pronto se postró de rodillas para orar, cedió su corazón, mostrando que éste era precisamente el punto en que el Espíritu de Dios estaba luchando y sobre el cual giraba la pugna con Dios. Esto fue la conversión.

 

4. Hay palabras que acostumbraban ser claras y fácilmente entendidas y que ahora se han deformado y necesitan ser explicadas a los pecadores, pues a menudo producen una impresión equivocada en su mente. Este es el caso de la palabra "arrepentimiento". Muchos suponen que el remordimiento, o sea un sentimiento de culpa, es arrepentimiento. Si es así el infierno está lleno de arrepentimiento, porque está lleno de remordimiento, imposible de expresar y eterno. Otros sienten pena por lo que han hecho y lo llaman arrepentimiento. Pero sólo sienten pena por haber pecado, debido a sus consecuencias, no porque aborrezcan el pecado. Esto no es arrepentimiento. Otros suponen que la convicción de pecado y abundante temor del infierno es arrepentimiento. Otros consideran que las acusaciones de la conciencia son arrepentimiento; dicen: "Nunca hago nada malo sin arrepentirme y afligirme por ello."

Los pecadores deben ver que todo esto no es arrepentimiento. Todo ello no sólo es compatible con la mayor maldad sino que el diablo puede tenerlos todos ellos y seguir siendo diablo. El arrepentimiento es un cambio en la mente, por lo que se refiere a Dios y al pecado. No es sólo un cambio del punto de vista, sino un cambio en la preferencia final o elección del alma. Es un cambio voluntario, y como consecuencia implica un cambio de sentimientos y de acción hacia Dios y hacia el pecado. Es lo que naturalmente entendemos como un cambio de opinión en el sentido pleno de la actitud mental. Cuando oímos decir que un hombre ha cambiado de opinión en política entendemos que su mente ha cambiado el punto de vista, los sentimientos y la conducta. Los tres. Esto es arrepentimiento, aunque en este caso no se refiere hacia Dios. El arrepentimiento evangélico es un cambio de la voluntad de los sentimientos y de la vida, respecto a Dios.

 

5.  El arrepentimiento implica siempre un aborrecimiento del pecado. Naturalmente, implica amar a Dios y abandonar el pecado. El pecador que se arrepiente de veras no se siente como se sienten los pecadores impenitentes cuando consideran renunciar a sus pecados para hacerse religiosos. Los pecadores impenitentes consideran la religión de esta manera: si se vuelven piadosos se verán obligados a abstenerse de bailes, fiestas, teatros, juego y tantas otras cosas en que ahora se deleitan. Y no comprenden cómo podrían divertirse si rompieran con todas estas cosas. Pero esto dista mucho de ser un punto de vista correcto del asunto.

La religión no les hace infelices, al cerrarles de todas estas cosas en que se deleitan, porque el primer paso es el arrepentimiento, el cambio de la mente con respecto a todas estas cosas. No parecen comprender que la persona que se ha arrepentido no tiene atracción hacia estas cosas; ha renunciado a ellas y su mente se ha alejado de las mismas. Los pecadores consideran que les gustará ir a estos lugares, tomar parte en estas cosas, como ahora, y que este continuo sacrificio por su parte les hará infelices. Esto es una gran equivocación.

 

6.  Sé que hay algunos profesantes que, de buena gana, volverían a sus prácticas anteriores, si no se sintieran constreñidos, por temor de perder su carácter, o algo semejante. Pero, si es así, en realidad es que no tienen religión; no aborrecen el pecado. Si desean volver a sus antiguos caminos no tienen religión y nunca se han arrepentido, porque el arrepentimiento consiste en un cambio de puntos de vista y sentimientos. Si fueran realmente convertidos, en vez de escoger estas cosas se alejarían de ellas porque las aborrecerían. En vez de suspirar por las otilas de carne de Egipto, preferirían el más alto goce de obedecer a Dios.

 

7.  Otra instrucción apropiada para dar a los pecadores es que confiesen y abandonen sus pecados. Deben confesar a Dios sus pecados contra Dios, y a los hombres, sus pecados contra los hombres, y abandonarlos todos. Un hombre no abandona sus pecados hasta que ha hecho toda la reparación en su poder. Si ha robado, o defraudado a su prójimo, tiene no sólo que abandonar sus pecados no meramente resolviendo no robar más, sino que ha de hacer reparación en todo lo que pueda. Si ha calumniado a alguno no sólo ha de abandonar su pecado diciendo que no lo hará más, sino que ha de hacer reparación. Lo mismo, si ha robado a Dios, y todos los pecadores lo hart hecho, ha de hacer reparación, en tanto que pueda.

Supongamos que un hombre ha hecho dinero en rebelión contra Dios, le ha quitado el tiempo, talentos y servicio que le debía, ha vivido espléndidamente de los tesoros de su providencia y ha rehusado poner nada para la salvación del mundo: ha robado a Dios. Si muere, considerando que su dinero es suyo, y lo deja a sus herederos sin consultar la voluntad de Dios, puede estar tan seguro de ir al infierno como un atracador. Nunca ha rendido cuentas a Dios. Con toda su parlería piadosa nunca ha confesado su pecado a Dios, ni lo ha abandonado, ni ha reconocido que era un mayordomo de Dios, ni se ha sentido como tal. Si rehúsa considerar su propiedad como en mayordomía de Dios; si la considera suya, y la pasa a sus hijos, dice en efecto a Dios: "Esta propiedad no es tuya, sino mía, y la dejo a mis hijos." Ha continuado perseverando en su pecado, porque no ha renunciado a la posesión de lo que había robado a Dios.

¿Qué pensaría un comerciante si su escribiente tomara su capital y estableciera una tienda propia, muriendo con el capital en sus manos? ¿Iría este hombre al cielo? No es posible. Dios sería injusto si dejara sin castigar a una persona así. ¿Qué hará, pues, Dios a un hombre que le ha robado toda la vida. Dios le puso como mayordomo de sus riquezas, pero le ha robado, lo ha guardado y al morir lo deja en herencia como si fuera su legítima propiedad. ¿Ha abandonado este hombre el pecado? ¡No! Si no se ha rendido él mismo y todo lo que tiene a Dios, no ha dado ni el primer paso en el camino del cielo.

 

8. Algunas veces los pecadores se imaginan que han de esperar que cambien sus sentimientos antes de someterse a Dios. Dicen: "no creo que me sienta en condiciones de aceptar a Cristo todavía." Deberían ver que lo que Dios requiere de ellos es que quieran, o sea, que aportan su voluntad. Si obedecen y se someten con su voluntad, los sentimientos se ajustarán a su debido tiempo; no es cuestión de sentir, sino de querer y de obrar.

Los sentimientos son involuntarios, no tienen carácter moral excepto cuando se derivan de la acción de la voluntad con la cual simpatizan. A menos que la voluntad sea recta no es posible, naturalmente, que lo sean los sentimientos. El pecador debe acudir a Cristo aceptándole al momento; y esto ha de hacerlo, no en obediencia a sus sentimientos, sino en obediencia a su conciencia. Obedecer, someterse, confiar. ¡Cédelo todo instantánea e inmediatamente y tus sentimientos se volverán rectos! No esperes a tener mejores sentimientos, sino entrega todo tu ser a Dios al instante y ésta dará como resultado los sentimientos que estás esperando. Lo que Dios requiere de ti es un acto presente en tu mente que se vuelva del pecado a la santidad, y del servicio de Satán al servicio del Dios vivo.