Capìtulo II - El Matrimonio y el enfriamento Espiritual

CAPITULO II:


EL Matrimonio y el Enfriamiento Espiritual

 

En el año 1979, Dios me regaló la esposa, la esposita que hasta hoy comparto para la gloria del Señor, en mi matrimonio que Dios me ha regalado por su grande bondad, por su grande misericordia. Me casé en el año 1979, y vivo agradecido al Dios del cielo y de la tierra por el hogar tan lindo que me ha dado, Dios me regaló dos hijos; niño y niña y ahora Dios nos dio dos nietecitos para gloria de su santo nombre.

El tiempo paso y nosotros seguíamos en el evangelio pero dentro de mi corazón había siempre una inquietud, porque yo ya había conocido algo de lo que es buscar a Dios como debe de ser y de lo que era uno guardarse para Dios. Había experimentado lo que es vivir en gracia de Dios, de lo que es vivir en la presencia de Dios, de lo que es vivir en una vida pura, lo había experimentado los primeros años de convertido. Pero cuando se metió la tibieza a la iglesia todos nos tibiamos y se metió el diablo a molestarnos a llevar una vida mediocre, una vida casi sin oración, una vida sin ayuno, sin vigilias, una vida sin devocional, una vida demasiado mediocre donde no se sentía la presencia de Dios donde no se sentía nada, y como cuando la persona no tiene la bendición de Dios sobre su vida; entonces tiene que buscar alegría, tiene que buscar deleite en los placeres de la vida, en lo mundanal, en lo pagano en lo que Dios prohíbe. Porque la iglesia, la mayoría, corre tras el mundo a buscar el deleite, el entretenimiento, los placeres, el gozo que no siente ya en la iglesia, que ya no siente con el Señor. Y nos fuimos tibiando, y nos fuimos tibiando.

Las personas que han experimentado el amor de Dios, las personas que han experimentado a Dios de verdad, se dan cuenta de que después de que se siente un vacío ¡Es horrible! Comenzó todo a meterse, la tibieza, a meterse, el diablo a meterse, el mundo, se metió toda la mundanalidad se metió a la iglesia, nosotros caímos en esa trampa de amar al mundo, a ciertas cosas del mundo, y nuestra vida se opacó, se apagó, nuestra vida se opacó.

Que preocupación tan tremenda, fue pasando el tiempo, y nosotros escuchábamos himnos de la venida del Señor, escuchábamos himnos del rapto, y nuestro corazón trataba de conmoverse pero no sabíamos que hacer. Nuestro corazón sentía algo, nuestra conciencia sentía algo, pero no sabíamos como hacer y es por eso que ahí estábamos.

Por los años de 1985, Dios comenzó a moverse en mi vida; una inquietud tremenda en mi corazón, de ver la iglesia como estaba, de ver nuestras vidas, como estaban, y mediocres, me repetía dentro de mí, no creo que éste sea el verdadero evangelio, el que estamos viviendo tan apagado, tan muerto, tan opacado, siempre en mi corazón estaba eso. Y yo quería de Dios pero no sabía como hacer, sentía algo en mi corazón.